Hace unos años me llegó la traducción española de esta interesante entrevista a Moshé Feldenkrais realizada por Dennis Leri y traducida al español por Juan Rivas.
La publico aquí sin permiso de su autor ni del traductor ya que los emails de contacto que envié para obtener dicho permiso parece que no han llegado a destino, quizás ya no estén operativos.
Para obtener más información sobre quién fue el profesor Feldenkrais y su método corporal nada más fácil que teclear su nombre en cualquier buscador de internet.
ENTREVISTA A MOSHÉ FELDENKRAIS SOBRE SU EXPERIENCIA EN LAS ARTES MARCIALES
Entrevista realizada por Dennis Leri y los compañeros de curso Charles Alston, Mia Segal, Robert Volberg, Frank Wildman, Anna Jonson y Jerry Karzen, durante el primer curso para futuros profesionales del método Feldenkrais en San Francisco en 1977.
Las artes marciales, especialmente el Judo, fue para Moshé Feldenkrais una fuente inagotable para el desarrollo de su método. Los ejercicios de la Toma de conciencia a través del movimiento están inspirados en gran medida en el Judo, arte marcial de la que fue el primer cinturón negro europeo con la máxima graduación y que consideraba más como arte que marcial. Fundó el primer club de Judo en Europa, París, todavía en activo.
No sólo se habla de Judo, y eso es lo que hace interesante el artículo para los que tenemos curiosidad por la vida y el entorno en el que vivió Feldenkrais, y el origen del método. Es un relato cargado de humor, ironía y, a veces, sarcasmo, talante que caracterizaba al fundador del método y recursos que usaba con habilidad para despertar el interés y atraer la atención del auditorio, en este caso ante un grupo de alumnos del que fue su primer curso.
Pregunta: ¿Cuál es tu historia en las artes marciales?
Respuesta: Bien, podría escribir un libro sobre ella. Uno que se vendería como churros porque es muy interesante. Es una crónica extraordinaria. En pocas palabras, es como sigue.
Ya sabes que fui a Israel cuando era muy joven; entonces no era Israel, era Palestina. Estaba bajo mandato británico. Éstos eran unos expertos en la política que inventaron los romanos: divide y vencerás. Esto quiere decir que si quieres ocupar un territorio sin mantener un millón de soldados allí, lo único que hay que hacer es decirle al señor X que el señor Y te dijo cualquier cosa, o le explicas algo al señor X, y otra cosa al señor Y. Al cabo de 5 semanas ambos señores se “comerán” el uno al otro y así seguirán de por vida. Todo lo que tienes que hacer es decirle el señor X que tiene razón, y al señor Y que, no, que la razón la tiene él, y otra vez das la razón al señor X y después al señor Y, y así sucesivamente…(risas)…, y durante 25 años podrás gobernar sin coste alguno, pero con mucho derramamiento de sangre ¿La sangre de quién? De los que se matan entre sí. Ellos (los británicos) hicieron lo mismo en la India y en todas partes, y los demás (no sólo los británicos), los que gobiernan en territorios ajenos, hacen lo mismo. No hay otro modo de hacerlo. Ésta es la experiencia del mundo. El mandato británico en Palestina fue así, un enfrentamiento entre árabes y judíos que aun continúa, con el odio que introdujeron y fomentaron los británicos entre estos dos pueblos.
A lo largo de la historia los árabes y los judíos han vivido juntos como hermanos. Durante la Era Dorada de nuestra cultura, la Era de Maimonedes, vivieron nuestros grandes poetas y los grandes poetas y matemáticos árabes; Maimonedes escribió algunos de sus libros en árabe y otros en hebreo, y lo mismo hicieron los árabes. Ellos conocían el hebreo. Fue una época dorada para ambos pueblos y jamás hubo ningún enfrentamiento. Más tarde llegaron los británicos e introdujeron el odio que no hubo durante 2000 años entre judíos y árabes. Así que, cuando llegué a Palestina éramos un grupo reducido y nunca colonizamos ni una pequeña porción de terreno que no fuera comprada ¿Habéis visto alguna nación así? ¿Cuánto pagaron los americanos a los indios por sus tierras? Nada, nada. Pagamos por cada trozo de terreno en todas las colonias. Teníamos contratos legales aprobados por el gobierno y pagamos por las primeras colonias; todo era correcto.
Si sigo contando la historia de esta manera necesitaremos dos días. Lo que pasó a continuación es que, los británicos solían iniciar algunos enfrentamientos, y mientras los judíos y árabes se peleaban, ellos nunca intervenían. Solían mandar a la policía para pacificar, pero la policía estaba más preocupada por sus caballos que por la sangre que se derramaba. Solían venir desde las afueras de la ciudad y se quedaban allí para dar de comer a los caballos durante dos horas. Tenían la costumbre de llegar a la ciudad cuando ya habían unos 50 muertos de cada bando, entonces desarmaban a los que llevaban armas. Por supuesto esta iniciativa también era bastante “objetiva”. Los árabes llevaban espadas y puñales, pero como los llevaban habitualmente, se consideraba como el “atuendo normal”, y esto no era ir armado, ya que, los árabes llevaban siempre dagas ajustadas al cinto. Pero, si un judío llevaba un cuchillo de más de cinco centímetros, se le detenía porque iba armado y se le consideraba responsable de cualquier altercado.
Y así, un día un grupo de 43 judíos fueron arrestados, por defender sus propias vidas, las de sus esposas e hijos a causa de una invasión árabe en Tel Aviv. No fue porque estuviéramos en una colonia árabe, puesto que éstos vinieron de fuera. Los que tuvieron un cuchillo para defenderse fueron arrestados y algunos fueron condenados a muerte como responsables del enfrentamiento. Del mismo modo, en el lado árabe, portaban largas espadas cubiertas de sangre, pero era su “atuendo habitual”. Por supuesto, después de esto los judíos decidieron que se vengarían de este derramamiento de sangre. En la siguiente refriega los británicos hicieron lo mismo a los árabes; no pensar que sólo nos lo hacían a nosotros. Y este era el modo en que los británicos espléndidamente gobernaban, hasta que decidimos mandarlos a hacer puñetas. Les hicimos la vida tan difícil que tuvieron que marcharse de allí. Pero antes de irse nos hicieron el mayor perjuicio que pueda hacerse. Solicitamos a los árabes permanecer allí. Les dijimos, vosotros estáis aquí, nosotros estamos aquí, vivamos en paz. Permanecer, conservaréis todos vuestros derechos como ciudadanos en igualdad de condiciones.
Los británicos propusieron en todas las colonias árabes, “no seáis estúpidos, hay una guerra, os pueden matar. Marchaos, ir a Transjordania, ir a Egipto. Iros. En tres días venceréis a los puñeteros judíos; no tienen armas, quieren iniciar un Estado ¿Cómo van a hacerlo? Si os mantenéis unidos los derrotareis.” Y así es como los británicos crearon lo que hoy llaman refugiados, porque todos los que les creyeron se marcharon y en lugar de vencernos en tres días, les vencimos sin armas, sin nada, simplemente con valor ¿Sabes como destruíamos sus tanques? Los chavales se dirigían hacia el tanque con un cóctel molotov, los mataban y los tanques eran destruidos. Teníamos centenares de personas así, que dieron sus vidas con las “armas” que los judíos no tuvieron. No se puede destruir un tanque con un cóctel molotov a menos que lo pongas debajo del tanque, y así lo hicieron centenares de personas. Los refugiados volvieron, incitados por lo que les dijeron los británicos, que en tres vencerán a días los judíos serían vencidos y podrían regresar.
Habían muchos jóvenes como yo; entonces tenía 16 años. Era como los demás. Decidimos que moriríamos, pero los jodidos británicos no estarían aquí para enfrentarnos contra los árabes como enemigos permanentes. De este modo creamos el Haganah, que quiere decir grupo de autodefensa. Éramos unos 300 jóvenes y no teníamos nada, ni cuchillos, tan sólo bastones. Nos mantuvimos unidos, aprendimos a usar nuestras manos, palos, cualquier cosa que tuvieras a mano para poder cuidar de la población indefensa.
Un joven alemán, experto en Jujitsu, nos dio la primera lección de esta técnica. Después de un tiempo nos convertimos en expertos en Jujitsu. Nos entrenábamos por la noche. Pero, en aquel momento, fue una época tranquila y abandonaron el entrenamiento. Cuando los enfrentamientos se reiniciaron, resultó que, aquellos que no sabían Jujitsu, que no se entrenaron lo suficiente, ninguno fue asesinado ni herido ya que huyeron y se escondieron. Pero los expertos que se enfrentaron a los puñales y a las espadas con las manos desnudas o con palos, la mitad fueron asesinados o heridos. ¡Fíjate! Los que no se entrenaron se salvaron porque corrieron, o no arriesgaron el cuello y evitaron el peligro. Pero aquellos idiotas que habían entrenado unos cuantos meses y se llamaban a sí mismo expertos porque se entrenaban en el gimnasio lleno de colchonetas, simulando ataques, la mitad fueron asesinados. Es como si haces un mes de Aikido e intentas enfrentarte a alguien con una espada, entonces verás de qué te sirve el Aikido. De esta forma, así fue.
No podía aceptarlo. Sentí que este Jujitsu era un sistema estúpido. Obviamente, si me entrenara toda la vida y estuviera interesado en ser un Samurai, concentro toda mi vida en la preparación, en la lucha, estaría preparado a todas horas. Incluso hasta cuando fuera paseando por la calle, con las manos preparadas para desenvainar la espada; sabría que soy invencible. Pero, si estudias durante dos meses y luego estás dos años sin formación, y te crees que puedes desarmar a quien quiera matarte con una espada, entonces eres un pobre inocente. Las posibilidades de conseguirlo se han jodido. Así pues, me senté y les dije, mirar, os voy a proponer algo muy divertido. La mayoría de los trucos que hemos aprendido no tienen valor alguno. Si intentara agredirte con un cuchillo ¿qué harías? ¿levantar la mano? Este es el punto de inicio. Ahora, solamente os voy entrenar sobre este movimiento, hasta que, de forma natural, sin pensar ni plantarse nada, os protejáis la cabeza, la garganta, y el cuerpo de cualquier ataque, a partir del primer movimiento que surge espontáneamente.
A continuación, con un grupo de personas, cogí un cuchillo y ataqué a cada una de ellas, y las fotografié. Quedaron reflejados los primeros movimientos y detecté que, si realmente se sufre un ataque nadie reacciona quitándote el cuchillo, si no que la reacción es de protección. Nadie responde el ataque, se protegen la cabeza con el brazo, la garganta, la espalda. Si se intenta golpear a alguien, verás qué hace; no permanecerá con los brazos abajo, mirándote, sin protegerse. Cuando golpeas a alguien con un bastón, gira su espalda hacia ti y protege su cabeza, deja que le golpees la espalda. Por lo tanto, la mayoría de la gente, hasta en las películas, se dejan golpear la espalda protegiéndose la cabeza. Los golpes en la espalda son dolorosos, pero no peligrosos, a menos que, por supuesto, se rompa algún hueso, cosa que es posible. Pero, aunque se llegasen a romper todos los huesos, no fallecería súbitamente. Ésta era la idea, descubrir cuál es el primer movimiento que se hace ante un ataque. Desarrollé un sistema de defensa para cualquier tipo de ataque, en el que la primera reacción no es pensar qué hay que hacer, sino qué se hace realmente cuando se está amenazado. Les dije, “hay que empezar a preparar a la gente a partir del primer movimiento espontáneo, la primera reacción.” Los entrené durante tres meses, como hicimos anteriormente, y al cabo de un año, sin haber entrenado regularmente, ensayamos de nuevo un ataque. Desde luego, continuamos ensayando movimientos defensivos a partir de la primera reacción espontánea de protección. Fue una experiencia excepcional. La mayoría supieron qué hacer inmediatamente, sin pensar en ello. Me sentí orgulloso y, por supuesto, recluté un grupo de muchachos en el Haganah con los que trabajamos dos o tres años perfeccionando este sistema de autodefensa. Presenté la idea a la dirección de la organización, que, en aquel entonces era un grupo secreto. Nadie conocía sus nombres para que no pudieran ser desenmascarados y sentenciados por los británicos a la horca. Todavía recuerdo que me dieron 25 libras esterlinas, que en 1921 eran el equivalente a unos 100.000 dólares de hoy. Con este dinero publiqué en hebreo el libro que describía el sistema defensivo, el cual se distribuyó a todos los miembros de Haganah, tanto en Tel Aviv como en otras colonias. El libro contenía dibujos de todo.
Si el libro caía en manos británicas y se descubría quién lo había escrito, probablemente, me hubieran detenido e interrogado sobre la identidad de los líderes de Haganah, etcétera. Por lo que el día que se publicó me encontraba en Francia.
En realidad fue el coronel Keech, un militar británico, quien nos dio la 25 libras para que se publicara el libro. Esto es cierto. Me fui a Francia a estudiar Ingeniería mecánica y eléctrica, y me olvidé completamente de todo este puñetero asunto, puesto que me preocupaba más mis estudios.
La gente del hotel donde me alojaba sabía que tenía conocimiento de algunos trucos como los que habéis presenciado aquí (Nota del editor: Moshé había mostrado algunas de las técnicas que desarrolló). El conserje del hotel sabía que era de Palestina (todavía no era Israel) y que conocía algo de autodefensa, lanzar y derribar a un contrario, inmovilizarlo, y cosas por el estilo. Un día me trajo un periódico deportivo. Me enseñó el anuncio de una exhibición de Judo en París que se llevaría a cabo por el ministro de educación, el Profesor Kano. En este evento también se presentaría oficialmente al embajador japonés en Francia. Desconocía quién era Kano y qué era el Judo, pero supuse que estaba relacionado con el Jujitsu, que se iba a hacer una demostración de un arte marcial, por lo tanto me interesaba. En un principio dije que tenía que preparar mis exámenes por lo que no quería distraerme, pero insistieron que sería interesante no perdérselo. Finalmente decidí ir y echar un vistazo. Por tratarse del ministro de educación y del embajador japonés…, había un guardia de seguridad en la entrada al que se le tenía que enseñar una invitación para poder pasar. Yo no tenía ninguna por lo que no podía entrar.
Cuando llegué, sin nada que mostrar para poder acceder a la exhibición, me insultaron y se mofaron. A pesar de todo, yo no había ido a ver al embajador, sino porque quería ver qué narices era eso del Judo. No tenía ni la más remota idea, pero estaba relacionado con las artes marciales y, por tal motivo, me interesaba. Volví a casa, cogí mi libro en hebreo sobre la técnica de autodefensa, y volví de nuevo. En una tarjeta personal anoté, “como puede observar me gustaría ver qué es y cómo funciona el Judo puesto que soy un viejo estudiante de Jujitsu ¿Me permitiría acceder a la demostración?” Introduje la nota en el interior del libro y le pedí al agente que se la entregara al profesor Kano. No tenía muchas esperanzas de que se la entregara, tampoco sabía si entendía el francés. Esperé unos quince minutos y ¡Sorpresa! Apareció un caballero japonés, apartó a la gente, me condujo al interior y me ofreció un buen lugar, no el mejor, pero si uno donde podía verlo todo. (Risas)
Bien, tomé asiento y observé lo que allí transcurría…parecía divertido. Lo divertido era que Kano era un hombre pequeño y viejo con la cara llena de arrugas. Vi al embajador japonés, Sigumaro, que medía metro ochenta, más o menos, muy corpulento, algo poco habitual en los japoneses. Si el pequeño Kano se levantaba para decir algo, el corpulento Sigumaro se levantaba también y no podía sentarse hasta que lo hiciera Kano. Me dije a mi mismo, es gracioso. Cualquiera puede hacer unos trucos de Jujitsu o como se llame ¿Por qué el embajador lo trata como si fuera un dios? En realidad parecía un espectáculo ridículo, no entendía nada. El ministro francés, que también estaba allí sentado, tampoco entendía nada.
A continuación entraron en escena dos tipos, uno era Kotani y el otro Ida. Ella (señalando a Mia Segal, una de las asistentes y de las más veteranas alumnas de Feldenkrais) estaba en Japón cuando me encontré con Kotani y le dije, “tú eres Kotani y participaste en una demostración en París en 1932.” No sabía quien podía saber que había estado en París en 1932 haciendo una demostración. Pero, para mí, la demostración fue algo excepcional, por eso se me quedó grabado en la memoria, como el motivo por el que lo conocí. Ida es uno de los mejores judokas que escribió y se publicaron en su país dos libros excepcionales, cosa que es una rareza en Japón. A pesar de ser un tipo menudo podía hacer cosas asombrosas.
Bien, estos dos tipos estaban allí porque Kotani estudiaba matemáticas en la Universidad de Cambridge. Lo que hacía Ida, no lo sé, pero dijeron que Kano los había invitado porque tenían una graduación elevada en Judo. Durante la demostración, parecían unos cretinos; uno se caía, después el otro, volaban por los aires, no parecía que hicieran ningún tipo de esfuerzo. Obviamente era un montaje preacordado, ya que, en realidad, no hacían más que tirarse el uno al otro, hacer ruido, gritar ¡Ah!, …Parecía un completo disparate. Pensé que todo estaba amañado, que era una kata, una manera de entrenarse, y no una lucha, una competición. No me lo creía, en cambio, supuestamente eran los mejores. Uno era sexto Dan en el Kodokan, y el otro quinto Dan. Ambos habían sido campeones de Japón en dos ocasiones. Eran buenos colegas y daban la sensación de que jugaban. La superficie sobre la que estaban parecía un ring en el que se movían por todos lados.
Me encontraba en un lugar estupendo. De este día recordaré siempre que no sabía qué era lo que estaba viendo. A continuación, el hombre viejo y pequeño entró el ring y empezó a hacer Judo con ambos. Eran dos tipos fuertes, musculosos y de excelentes movimientos, ante un viejo de unos 65 o 70 años, aunque no conocía su edad ¿cómo se puede saber la edad de un viejo japonés? Empezó a hacer algo muy divertido, cogió al tipo joven y fuerte, hizo un simple movimiento y dijo “@ ¡!*#…y lo derribó. El joven, seguramente, se lo dejó hacer y, a continuación, lo derribó otra vez. Me pareció que esto era un auténtico disparate y me dije a mí mismo “Kano, tú serás un experto, pero en mis manos no vivirías más de diez segundos.”(Risas). Realmente así lo creía ya que contaba con experiencia real contra adversarios armados y eso daba la impresión de ser una farsa teatral. Por lo tanto, era obvio que podía darles una paliza. Pero como no tenía nada mejor que hacer me quedé hasta el final de la demostración.
Cuando finalizó todos salieron fuera del recinto. Los asistentes habían sido invitados por el ministro y todos vestían esmoquin mientras que yo iba como un ciudadano ordinario. Esperé a que salieran todos los invitados por no mezclarme, así que salí el último, tranquilamente, sin prisas, con la intención de volver a casa. Estaba decepcionado. Fue agradable verlo, pero no creía que hubiera nada que aprender. Mientras salía alguien se me acercó y me dijo: “Disculpe ¿es usted Feldenkrais? El profesor Kano pregunta si sería tan amable de cenar con él.” No podía creerlo, esto es una broma ¿cenar?. Dije, “de acuerdo” pero mi mujer estaba en casa y le había dicho que llegaría antes de las diez. “Iré a avisarla y volveré de seguida.” Bien, fue una buena cena (dirigiéndose a Jerry Karzen, quien le había llevado comida preparada y se le había enfriado. Obviamente, Moshé disfrutó de la memoria de esa comida en París más que la que le habían traído). (Risas). Bromas aparte, me pidieron que esperara un momento, y un gran Rolls Royce llegó mientras la gente todavía estaba saliendo del recinto. Subí en el vehículo y me senté entre el embajador y Kano. No sabía qué decir ni qué hacer.
No debéis olvidar que entonces era un joven provinciano que acababa de llegar a París y que, repentinamente, me encontraba en la cima de una situación que nunca hubiera imaginado. Realmente no sabía qué hacer. Aunque intenté ser tan correcto como me fue posible, os aseguro que sentí un frío y cálido sudor varias veces durante el trayecto. En París hay un hotel donde se alojan todos los visitantes japoneses de un alto poder adquisitivo. Es un hotel muy caro y exclusivo. Una vez llegamos a ese hotel, el embajador japonés bajó del coche y me abrió la puerta para ayudarme a salir. Una vez en el hotel me preguntó “¿Qué le apetece cenar?” “¿No sé que…cualquier cosa que usted tome.” “Me gusta la trucha, me gustaría cenar trucha.” En aquellos tiempos, para mí una trucha no era suficiente. Entonces era un hombre joven y fuerte. Podía comerme cinco truchas de aperitivo, Bien, tenía que hacer lo que él hacía. Entramos en un inmenso vestíbulo con unas dimensiones parecidas a las de una cancha de baloncesto, cubierto de colchonetas de tatami como en un dojo normal (lugar donde se practica las artes marciales). Había una mesa pequeña en el suelo; divertida manera de sentarse para comer, pensé, y nos sentamos. Kano se sentó enfrente y dos orangutanes, uno con un mostacho y una fuerza tremenda, nos sirvieron. Veamos, supón que te sientas aquí, este soy yo, y Kano más allá, y el tipo grande nos sirve algo, lo deja sobre la mesa y, previamente, pide permiso para pasar con un gesto de las manos. No me imaginaba que quería, así que, yo también moví las manos. (Risas). No sabía qué hacía, volvió a mover las manos y a continuación se inclinó haciendo una reverencia. Cada vez que dejaba algo sobre la mesa hacía exactamente lo mismo, pom pom pom. Bien, todo era nuevo y extraño, me senté al lado de Kano ya que no sabía qué quería de mí. No podía entender todo este desaguisado.
La velada continuó, me explicó historias de sus alumnos como la del orangután, Nagaoka. En aquel tiempo, Nagaoka me sonaba igual que si me hablaras de Gerald Ford. (Risas). Pregunté “¿quién es Nagaoka?”, me dijo “es el instructor principal del Kodokan.” En esos días, alrededor de 1930, habían dos personajes importantes en el Judo, Nagaoka y Mifuni. Nagaoka era el más fuerte del Kodokan, y Mifuni el más rápido y mayor calidad, un tipo pequeño que podía con cualquiera. Escuché un montón de historias; Kano me habló de Mifuni también en otras ocasiones (nos vimos unas doce veces después de este encuentro). Me dijo que Mifuni nació luchador y que, dos o tres veces al año, tenía que ir a las dependencias policiales para sacarlo de la prisión. En cualquier lugar que había una reyerta, Mifuni estaba allí y, normalmente, la ambulancia tenía que trasladar a una docena de personas por lo que la policía tenía que arrestarle. (Risas). ¿Qué os parece? Entonces Kano, como Subsecretario de Estado para la Educación, tenía que usar su influencia. Comentó que durante su vida había tenido que sacarle de prisión unas treinta veces.
Sin embargo, aquí aparecía como un agradable caballero, vestido de una forma curiosa, con un traje blanco y cinturón negro de judo, al cual era la primera vez de mi vida que lo veía. Los dos calzaban sandalias japonesas y nos sirvieron la cena a Kano y a mí. Después de la cena me preguntaron quién era y qué hacía en París. Me sorprendió que conocieran la Biblia y que habían judíos en el mundo. Les dije que procedía de Palestina. Pensaba que los japoneses no tenían la menor idea sobre estos temas, pero, obviamente, era un hombre culto con muchos conocimientos. Me preguntaron cómo y por qué fui a Israel, quienes eran mis padres. Les expliqué toda mi historia, pero no tenía ni idea que querían de mí.
Una vez acabada la cena, sacó mi libro escrito en hebreo y dijo, “puedo entenderlo aunque no pueda leerlo, pero, aquí hay algo que no puedo entender. Muéstrame cómo aplicas esta técnica (la técnica de desarmar a una hombre armado con un cuchillo).” Esto era una de las partes del libro, de invención propia, un truco modificado del Jujitsu. Obviamente, se había fijado en los dibujos. Dijo, “gracioso, conozco once escuelas diferentes de artes marciales en Japón, en las que aprendí antes del Judo. Conozco todas las tretas que existen, pero jamás he visto ésta, ¿de dónde la has sacado?” Le expliqué la historia que os he contado al principio, se quedó perplejo, y dijo: “Es estupenda, muéstramela”. De este modo, hice la demostración con un cuchillo que había encima de la mesa y, por supuesto, el cuchillo voló por los aires. Yo era fuerte y rápido y me deshice del arma contundentemente. Aplaudió sonoramente. Le dio el cuchillo a Nagaoka y dijo, “inténtalo con él ahora; quiero verlo otra vez.” Volví a hacer lo mismo, lo vio y lo aprobó, aunque no lo manifestó…ya sabes, los japoneses son impasibles, pero, obviamente, se interesó.
Volvió a mirar el libro y dijo, “es muy interesante, pero, mira, esto que muestras aquí no es bueno” “Qué quieres decir con ‘no es bueno’? ¿Por qué?” Le dije que, según mi experiencia, nadie había sido capaz de liberarse de ese truco, excepto si moría. Dijo “mmmm, no bueno” “¿No bueno? Bien demuéstrame por qué.” La técnica consistía en retener al contrario en el suelo, las manos en la garganta y con la ayuda de una chaqueta o algo así, apretar con todas tus fuerzas, tienes un minuto de vida. Un minuto, un segundo. Inmediatamente todo se ve negro, te asfixias. Me dijo, “inténtalo conmigo.” Yo era más fuerte que este hombrecillo, pensé, con este anciano tengo que hacerlo suavemente. Así que empecé despacio y me encontré que lo que le estaba haciendo no le afectaba lo más mínimo, por lo que usé toda mi fuerza y, creerlo o no, perdí el conocimiento. Realmente, no me di cuenta qué había sucedido. A continuación dijo, “ya ves, no es bueno”. (Risas) Le pregunté qué había pasado; no lo sabía, lo vi todo negro. Dijo, “mira, strangulation”, hablaba en francés. “Strangulation, pardon? Comme ca? No puede estrangularse a nadie con los brazos estirados”, le dije, aunque siempre lo hacía y siempre funcionaba. Respondió, “sí, pero la gente corriente no sabe cómo defenderse. Inténtalo de nuevo.” No me entusiasmaba volverlo a probar ya que nunca me había pasado algo semejante. Dije “de acuerdo, lo intentaré.” Mientras lo repetía me di cuenta de que tenía las manos totalmente libres, y que usaba mi fuerza para estrangularme. No para asfixiarme, cortarme el aire, sino para cortar el fluido sanguíneo del cerebro. Me sentí fatal puesto que algo en lo que confiaba, mi fuerza y mi técnica, inesperadamente, me encontraba con que, a más empujaba, más me estrangulaba. Me desmayé sin darme cuenta porque lo hizo a la perfección, tampoco me di cuenta que estaba atrapado. Vi como utilizaba sus manos, sus dedos, pero ¿cómo podía defenderme? Lo tenía cogido de manera que creía que lo había vencido, y dijo, “eres un hombre inteligente, tendré que comprobar esta técnica del cuchillo, pero, como puedes ver, tu libro no es muy bueno, aunque es muy interesante. Eran las dos de la madrugada cuando acabamos.
Llegué a casa a las 3 de la madrugada, mi mujer estaba muy preocupada. Había ido al lugar donde se realizó la demostración, pero ya estaba cerrado y no me encontró. Quería telefonearla, pero ¿qué podía hacer? No me atreví. No pensé en pedir telefonear. Pensé veinte veces en llamar, pero tuve la sensación de que sería un lío, tendría que pagarle la llamada. Estas minudencias son las que complican la vida. De ese modo estuve en la demostración, aunque a partir de un momento quería irme a casa ya que tenía que ir a la escuela al día siguiente. En aquel tiempo estaba estudiando ingeniería mecánica. Tenía que madrugar y, además, tenía que prepararme para un examen de matemáticas. Escuché con atención y estaba interesado, pero, quería ir a casa. Al final, Kano me explicó por qué se debía de estrangular de ese modo, cuál era el principio, el fundamento. Me contó que el truco para desarmar a un oponente con un cuchillo lo ensayaría durante un año en el Kodokan para averiguar por qué era efectivo. Quizás pensó que era demasiado peligroso, o quizás creyó que no funcionaría, o que era un truco fácil. El caso es que le intrigaba no haberlo visto nunca. Era tarde, las dos y media de la madrugada. Kano quería irse a dormir y que me fuera, entonces le dije “¿puedo coger un taxi ya que a estas horas no funciona el metro?” “Oh”, dijo y el Rolls Royce del embajador con el chofer vinieron a recogerme y me llevaron a casa. Iba solo y me pareció divertido. Cuando llegué a casa mi mujer estaba esperándome sentada y preocupada sin saber qué hacer. Me llevó unas horas explicarle toda la historia y después tuve una noche de insomnio.
Me olvidé del asunto. Fue una buena experiencia y punto. Dos días mas tarde me llamó el embajador japonés para comunicarme que Kano había dejado una carta para mí y que deseaba verme. No disponía de tiempo para dedicar una noche tras otra a este asunto, lo daba por zanjado, pero no podía osar no responderle. De modo que lo llamé. Me habló muy cordialmente, como si nos conociéramos de toda la vida, me dijo, “mire, el profesor Kano se marchó a Londres, pero mañana vuelve y quiere invitarle a almorzar ya que le gustaría hablar con usted. Yo también estaré con ustedes.” En esta ocasión no sabía qué hacer. No podía ir a almorzar con ellos con mi ropa habitual. Así que, fui a comprarme una especie de esmoquin y una corbata que jamás me volví a poner. No me gustó vestir de ese modo, me sentía torpe como un mono. Pensé que tenía que ir elegante para el almuerzo. Estos tipos se dirigieron a mí como si fuera un auténtico huésped. Fueron muy correctos, esperaron a que se sentara primero, etcétera. Pensé, “En qué lío me he metido.” Kano me dijo, “Escucha, creo que eres el tipo de persona que conseguirás traer el Judo a Europa. Lo hemos intentado tres o cuatro veces y fracasó. Enviamos a Ida, la persona que conociste en la demostración. Empezó con un grupo numeroso y en seis meses se quedó sólo, tuvo que cerrar. Enviamos, también, varios expertos y no ha funcionado nunca. Creo que tienes madera, pero no puedes ir enseñando esa basura que hay en tu libro. Tienes que aprender correctamente Judo.“ Le respondí que no disponía de tiempo suficiente para aprender correctamente nada debido a mis estudios universitarios. Dijo, “Ya veremos si dispones del tiempo necesario. Te enviaremos a un experto de Japón que te adiestrará en el Judo. Comprobaré que seas bien adiestrado y, con su ayuda, después de graduarte montarás un club de Judo. Te enviaré cuatro filmaciones donde me verás practicar Judo, y a Nagaoke, Yokoyama y Mifuni, ése es el mejor Judo jamás filmado: Te pondremos a prueba y, si realmente eres bueno, serás el primer hombre blanco con un curriculum de Judo en el Kodokan. Mientras tanto, el embajador atenderá todas las necesidades para facilitar tu aprendizaje, tan sólo tendrás que telefonearle. Atenderemos tus deseos para facilitar tu progreso.” Así fue como me metí en el Judo. En aquellas filmaciones habían cosas divertidas y curiosas. Un cinturón negro primero dan, lucha contra un segundo dan, ves que el primero no tiene ninguna remota posibilidad. El segundo dan hace lo que quiere como un gran héroe. A continuación, se enfrenta con un tercero dan. En aquel tiempo, conseguir un dan requería entre cinco y siete años, motivo por el que los judokas estaban muy preparados, no como ahora, que se puede conseguir un cinturón al cabo de seis meses en el dojo previo pago. Conseguir el sexto dan requiere ser uno entre cinco millones, el mejor. Ahora, cualquiera que va a un club, en año o año y medio, consigue el cinturón negro. Lo cual no quiere decir gran cosa. Un cinturón negro, hoy en día, es un nivel de segunda. Se puede ver en las olimpiadas, las graduaciones más altas es la cosa más fea que jamás he visto, peor que el boxeo, peor que la lucha libre. En los juego olímpicos, ambos son más agradables que el Judo. Si Kano viera esto se moriría.
Pregunta: ¿Por qué ha bajado tanto la calidad del Judo?
Respuesta: Si Kano viviera no habría permitido nunca que el Judo fuera un deporte olímpico ni que las categorías fueran por pesos. En los juegos olímpicos, la técnica es secundaria, lo importante son las categorías por peso. Ahora tienen el sistema de que un hombre pequeño lucha con otro pequeño, nunca con uno grande. Por lo tanto, ves esos tipos usando la fuerza, empujándose el uno al otro, no hacen Judo. Es contrario al principio del Judo. Es feo e ineficiente. Kano dijo, “Mientras esté vivo el Judo no tendrá distinciones de peso y si llega el día que se considere deporte olímpico será un fracaso. El Judo se acabará con la inclusión en los juegos olímpicos.” Desafortunadamente tenía razón.
Pregunta: ¿El Judo se está enseñando de forma muy diferente a como se hacía?
Respuesta: Totalmente, incluso en Japón. Verás, los japoneses están muy orgullosos del Judo, pero ahora, es sólo cuestión de fuerza bruta, lo cual es contrario a sus principios. El Judo pertenece a una escuela que usa la fuerza del oponente y, por lo tanto, se basa en el movimiento, no en la resistencia ni en empujarse el uno al otro. ¿Quién empuja a alguien más fuerte y le gana terreno? Kano fue un hombre pequeño que podía lanzar por los aires a cualquier oponente que se le enfrentara, en cualquier momento, y al instante. Este es el principio, si alguien le empujaba, dejaría que éste cayera sobre él aprovechando la fuerza del oponente e incluso ayudando la fuerza del contrario. Kano caería bajo sus cadera y, desde abajo, se desharía tan suavemente de la fuerza que le aplicaran que el tipo sería lanzado por encima sin darse cuenta ni cómo ni por qué. Hoy en día, ninguno es lo suficientemente ágil para aplicar este “tai-sabaki” a un contrario, que quiere decir girar de atrás a delante con un movimiento de caderas. Ya no se entrena de esta manera.
Los campeones auténticos jamás pelean, tan sólo pretenden hacerlo mejor que el contrario, no para pelearse, ni para competir. Esta era la idea. Incluso uno permitía que el otro aplicara alguna técnica para demostrarle que puede deshacerse de ella con facilidad. Mi profesor solía estirarse en el suelo y exponer la garganta para que fuera presionada. Cualquiera que lo intentaba quedaba eliminado en un segundo. Podían intentarlo diez veces y siempre se deshacía del oponente. El asunto es extremadamente simple, pero tienes que tener la habilidad, el vigor, para hacerlo. Kano lo hacía tanto por el lado derecho como por el izquierdo, de cualquier manera. Era como un dios de la habilidad, pero además, te enseñaba cómo se hace. Ahora, si pones las manos en la garganta de un judoka, morirá. (Risas)
Pregunta: ¿Todavía hay quien enseña al viejo estilo?
Respuesta: Oh, sí. Hay algunos shimizo, ancianos en Japón, que están disgustados por todo esto, igual que yo. Ellos observan a estos jóvenes idiotas que están echando a perder el patrimonio del Judo, que era único en el mundo y que lo están cambiando por esta mierda. Hay mucha gente que…
Pregunta: ¿Sólo en Japón?
Respuesta: Bien, algunos de mis alumnos como Glen en París que es un tipo pequeño y en estos momentos es sexto dan. Fue entrenado por mi y por Kobyashi. Puede vencer a personas con el triple de peso. A pesar de ser pocos años más joven yo, puede vencer al mejor profesor de París. Hay varios judokas como él, pero no abundan. Han ido muriendo.
Pregunta: Unos días atrás hablaste del ki, chi. Me gustaría saber qué piensas al respecto.
Respuesta: Ki y chi es la misma cosa. Sobre este asunto podrían responderte mejor los chinos o los asiáticos. Koizumi, habló sobre este asunto en un congreso internacional de cinturones negros de Judo en Londres en el que estuve presente. Éramos unos quinientos. Tuvimos un curso especial dirigido por Koizumi. A la mitad del curso, sobre el quinto día, de imprevisto dijo, “Ahora voy a hablaros del aspecto más importante de la formación del Judo, del saika-tanden.” Algunos lo llaman tantien, el asiento del chi, ki, o como quieras llamarle, aunque en japonés es el saika-tanden. “Feldenkrais, ven aquí.” Dijo a los asistentes, “Creo que él os hablará de el saika-tanden más acertadamente, de manera que podáis entenderlo. Se trata de algo que siento y que conozco, pero que no puedo explicar.” A continuación me dejó hablar al auditorio sobre este tema. Él escribió el prólogo de mi libro. El asunto es que, cuando se habla de esto de la forma que yo lo entiendo, nadie lo considera como chi o ki. Verás, la mayoría de la gente habla de él como si fuera algo misterioso situado en el bajo vientre, con todo tipo de significados metafísicos y poderes. Yo no tengo conexión con eso. Por consiguiente, mi forma de entenderlo es, en realidad, algo inútil para esas personas. Si se les plantea este tema dirán, “Va ¿qué sabrá?, es un científico.”
Pregunta: Pero, eso es sólo una diferencia semántica, ¿no es así?
Respuesta: Oh, no ¿Una diferencia semántica? No ¿Los fantasmas son una diferencia semántica? Los fantasmas es algo que si crees en ellos y les tienes miedo, les tienes miedo. Nunca irás a una casa encantada.
Pregunta: Sí, pero ya sabe,…No es semántico, pero por experiencia conoce la importancia de esto, lo que en su idioma llaman tanden.
Respuesta: Por supuesto, lo conozco.
Pregunta: Y su descripción al respecto, aunque pudiera ser…
Respuesta: Mi descripción al respecto se refiere sólo al movimiento, no me preocupa ningún otro aspecto.
Pregunta: Pero ¿no es lo mismo?
Respuesta: No, no lo es porque, verás, si dices que has conseguido el chi, mucha gente querrá ser como tú y hacer lo que tú y si fallan dirán, “Oh, nunca alcanzaré el chi.” Para conseguirlo tienes que poseer coraje moral, tienes que estar conectado con la esfera más elevada de las cosas. Por lo tanto, te das cuenta de que dificulta el aprendizaje. (Al entrevistador) ¿Tienes chi?
Pregunta: No puedo responder la pregunta.
Respuesta: Por lo tanto, si no puedes responder, de eso estoy hablando. Puedes trabajar durante veinte años y no manifestarlo. No estás seguro si lo tienes o no. Porque si es una cantidad misteriosa, entonces debes merecerlo, debes pertenecer a un grupo selecto, o debes haber nacido en China ¿Cómo puedes adquirir el chi si es algo metafísico que nadie sabe lo que es? Bien, es una cualidad como la curación psíquica, si eres un curandero, eres un curandero. Si no curas, no lo eres. Por lo tanto, el chi es lo mismo. Si lo tienes, lo tienes. Si no lo tienes, no lo tienes. (Risas) Es como la hora oficial del Este.
Pregunta: Pero ¿qué quiere decir con que es diferente?
Respuesta: Sí, lo he dicho. Puedo mostrarte qué es el chi en movimiento, qué es ki en tí o en cualquiera ¿Has observado que mis nociones sobre la respiración son diferentes de cualquier otra que jamás hayas escuchado? Date cuenta, puedes comprobarlo en ti mismo que hay una apreciable diferencia entre una y otra, tú mismo puedes contrastarlo.
Pregunta: De acuerdo, por ejemplo, en los entrenamientos de las artes marciales, en Aikido, donde se tiene la noción del arma inexorable o se habla de focalizar aproximadamente unos centímetros por debajo del ombligo y unos centímetros hacia el interior del bajo vientre, a continuación se mantiene el peso en esta zona sin mantenerse rígido, pero tampoco relajado, sino fijando la atención…
Respuesta: Bien, desconozco que esté unos centímetros aquí y unos más allá. Tiene que ver con la totalidad de la organización corporal, puedes sentirlo en cualquier cosa que hagas. En realidad adquieres el chi por el uso de la pelvis y los músculos del bajo vientre, los músculos más fuerte del cuerpo agrupados en una unidad, desde los que surgen todo empuje o atracción. El resto del cuerpo y los brazos no necesitan ser potentes. No es un músculo, no es un punto. No tiene nada que ver con este punto, porque si fuera un punto…Mira, si mueves el cuerpo así, el punto desaparece (hace un movimiento de muestra, un cambio del centro de gravedad hacia el exterior). Un punto unos centímetros allí, unos centímetros aquí, si indagas en esa zona del bajo vientre a la que te refieres encontrarás que está llena de mierda, literalmente. (Risas) Este lugar está lleno de excrementos. Este es el punto chi.
(continuará…)

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